O 12 de febreiro de 1933 tivo lugar en
Ribadeo un mitin promovido polo PG dentro da súa campaña de promoción do Estatuto
de Autonomía. Cúmprense, polo tanto, estes días 86 anos do evento.
No acto participaron destacadas voces
coma Castelao, Villar Ponte, Suárez Picallo ou Fernández del Riego, presentados
polo boticario ribadense Claudio Pérez Prieto.
Nalgunha cabeceira local, o mitin tivo escaso eco. En Las Riberas del Eo despachouse cunha breve nota:
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Las Riberas del Eo, 18 de febreiro de 1933 |
Non puidemos consultar o exemplar
correspondente a esa data de La Comarca,
que probablemente lle dese máis cobertura debido á maior afinidade ideolóxica
coas ideas que promovían os oradores que participaron.
Tampouco pasou desapercibido o mitin nalgunha
cabeceira asturiana. En El Aldeano de Castropol publicouse o 15 de febreiro un extenso artigo relacionado co
acto de Ribadeo. Asinouse co pseudónimo RhHVXUN, que Xavier F. Coronado atribúe
a Vicente Loriente Cancio, peza fundamental en toda a existencia do xornal.
Reproducimos o artigo:
LA LECCIÓN DE GALICIA
Los políticos de café o de
Casino que quisiesen clasificar según sus tópicos favoritos los oradores del
meetin celebrado el domingo en Ribadeo en favor del Estatuto de Galicia,
seguramente se verían perplejos. “Al labrador gallego le cuesta 4,25 producir
un kilo de carne; solo puede venderla a 3 pts.” decía uno de ellos, Suarez
Picallo: ¿es esto derecha? ¿es izquierda? Galicia fué un pueblo “atrasado”
porque no se dejó arrastrar por el falso progreso industrial; gracias a eso no
tiene hoy su economía inflada y puede nadar en la abundancia en el porvenir si
consigue revalorizar su tierra” decía con estas o parecidas palabras, Castelao.
Ahora bien: ¿será un cavernícola el genial dibujante?, ¿será un jabalí?
Por lo menos, no es un
fonógrafo. Ni Suárez Picallo, ni Villar Ponte, ni Fernández del Riego tampoco
ni nuestro amigo Claudio Pérez Prieto, que hizo la presentación de todos. Y he
aquí, cabalmente, la primera y principal excelencia de la política galleguista:
es una política real, de abajo arriba, nacida de las cotidianas realidades de
un pueblo que cobra conciencia de sí. Un fresco aroma a tierra gallega emanaba
de todos los discursos, en los que los temas recurrentes eran los trabajos de
la mujer —“que traballa como un home e ha de votar como un home”, decía Suárez
Picallo—, la vida angustiosa de los pescadores, los dolores de emigración, los
caciques, el maíz, el mijo, el ganado. “Lirismos” dirá acaso despectivamente
cualquier político profesional mientras “prepara” las elecciones en su
despacho. Bueno... “¡lirismos!”, si se quiere. Pero, por ello, bastante mas
reales que un traje cortado a la moda de Weimar, a —¡horror! un putrefacto
manferland, estilo Derecho Político francés del XIX. Aparte de que ya veremos
quien ríe el último.
Por otra parte, se
presiente detrás de esta política, nada menos que esto: “una tarea”. Cosa
esencial en estos tiempos de Plan Quinquenal, para que una política merezca la
pena de ser tomada en serio. En la de Castelao y sus correligionarios, no hace
falta ser un lince para ver que las actas, las concejalías etc. son cosa
accesoria y que a lo que sobre todo apuntan es a actuar sobre el medio,
vitalizándolo en todos los órdenes. Son gentes que no quieren el poder para
“hacerse un distrito” a costa del presupuesto, sino para convertir en realidad
las arquitecturas ideales que llevan en la cabeza. Se ve que en la política
gallega de mañana, mas que los Excelentísimos Señores Don Fulano o Don Mengano
de antes o sus traducciones republicanas, pasarán vr. gr. los trabajos de
Gallástegui y la Misión Biológica de Pontevedra. Y que si estos hombres
alcanzan el poder (que lo alcanzarán) mas o menos pronto, dentro de veinte,
treinta, cuarenta años, será muy otra la vida del pueblo gallego y las quejas y
lamentos de hoy serán una alegre muiñeira de realidades optimistas “dende
Ortegal ó Miño”.
En fin: el nacionalismo
gallego encaja admirablemente en el doble sentido que tiene el cambio de
régimen en España. De una parte, consagración del fracaso del centralismo y
libre juego a las regiones; de otra, triunfo del “Cuarto Estado”. Respecto a
esto último, nuestra incruenta revolución no ha sido mas que la manifestación
local de un fenómeno universal, que en mayor o menos grado se ha dejado sentir
desde la Gran Guerra en todas partes: la hegemonía del pueblo, entendiendo por
“pueblo” no la totalidad de la nación, sino las clases llamadas “bajas”. De
puro sabido conviene repetirlo, para que todos se vayan haciendo a la idea y
nuestra revolución no acabe por convertirse en cruenta de verdad: así como el
antiguo Régimen favorecía a las clases altas y la democracia del siglo pasado a
la burguesía liberal, hoy se gobierna, en primer lugar, para los trabajadores,
y cualquier intento de reacción contra ello lleva aparejadas formidables
amenazas para los que —por falta de un poco de sentido histórico— hoy se
desgañitan excesivamente ante esta realidad, de lleno dentro de esta corriente,
los adjetivos mas gruesos en el meeting de Ribadeo eran para los caciques de
siempre y para el anacrónico señoritismo de las villas, que —ellas— esperan
tras los cristales el paso del Principe Azul, o en interminables chácharas de
café y paseos bajo los soportales, estropea una lengua postiza, en la que no
sabe pensar. Movimiento éste de gentes de otra clase, cuyos prejuicios han
superado, y que con un impulso romántico en el fondo —la historia se repite— va
al pueblo no para idealizarlo, sinó conociéndolo sin ilusiones, ponerlo en
marcha y... sacar de él energia creadora, agotada en la propia clase.
Todo esto pensábamos el
domingo, oyendo a los galleguistas Claudio P. Prieto y Rodríguez [sic] del Riego nos hacían pensar en el admirable vivero espiritual que es hoy
Santiago de Compostela que mas que Licenciados en serie, con corbata impecable
y el último tango en los labios, da hoy generaciones de mozos entusiastas, —sin
pizca de espíritu de “Tuna Escolar” ni de “Casa de la Troya” —admirablemente
preparados para la tarea de reconstruir a Galicia de nueva planta.
Sí, Villar Ponte podría
representar la tenacidad de los luchadores que año tras año, en un ambiente
hostil y en medio de una política asquerosa, sembraban lo que ahora comienza a
florecer, Suárez Picallo, pequeño, regordete, arrechado, rubio tirando a rojo,
podría muy bien —en lo físico y mas que en lo físico— ser un representante Siun
Fein, de Kerrri o Limerick en el Dial de Dublín. Este vocero de la media
Galicia que vive y sufre del otro lado del mar, formado espiritualmente en la
emigración, con todo el ardor que con la distancia se ven las cosas de la
tierra, nos pareció una de las mentes mas lúcidas y mejor organizadas de la
nueva Galicia, uno de los hombres que indudablemente dejarán su huella en la
estructuración de la región. Excelente orador, además es de la madera de los
que arrastran tras de sí a las gentes.
Castelao, alto, flaco y
enlutado, era en cambio, una especie de ciprés en cuyas ramas —”vas ou cahen
tots els vents”, cantó un poema catalán— resuenan y se hacen música entrañable
todos los vientos, marinos y de montaña, de su tierra. En un gallego vivo
admirable, que se paladeaba con delicia, fué contando como, en su juventud,
comenzó a hacer política fundando en su pueblo un periódico que se titulaba “El
Barbero Municipal, para afeitar a todos los caciques”. Para hacer política, le
dijeron, hay que “ir a los votos”. Y a los votos fué Castelao. Un viejo
petrucio, amigo de los suyos, a quien se lo pidió le contestó: “Mira meu fillo,
o voto non podo darcho, porque entón mátanme de fame; pero douche vinte pesos
pra axuda dun anarquista”. Otro fué peor: “O cacique, le dijo, tá gordo, ben
mantido, é rico; tu tas flaco, esnurriado, tes cara de fame; voume con el que
tu non sei o que buscas”. Con unos cuantos choques así con la realidad, su
generación— profudamente política y compenetrada con el pueblo— acabó por huir
de la política y buscar en la cultura el camino de la liberación de Galicia. Y
a una labor cultural honda y constante se entregaron aquellos hombres durante
mucho tiempo. Hoy sienten haber dejado durante años la política. Pero ¿están
seguros de que sin su acción en otras esferas aun faltándoles masas, como les
fallan, tendrían el ideal galleguista la resonancia que tiene y tendría tras de
sí la totalidad de los mozos y de los emigrados conscientes? No, ciertamente; y
que no hay esfuerzo perdido lo comprobarían sin tardar. No hay espacio para
seguir al gran artista —que es además, un gran escritor— en su emocionante peroración.
Pero sí nos interesa destacar —porque la tesis se defendió en estas columnas
mas de una vez- que insistió mas de una vez, en el pensamiento que copiamos al
principio de este artículo: que los pueblos “atrasados” están en mejores
condiciones que otros para vivir hoy felices. Comparó la situación de Galicia
con la de otras regiones que o se encuentran con su economía inflada por haber
seguido la senda del falso progreso industrial —Cataluña, Vasconia— o tienen su
problema agrario por resolver —Andalucía, Extremadura— y a pesar de todo no lo
resolverán en muchos años, con las consiguientes dificultades. “Sobre el
progreso está la felicidad, y sobre la política la moral”; “solo hay verdadera
libertad, igualdad y fraternidad en el Camposanto”... de estos y parecidas
frases estuvo empedrado su discurso, que para quienes no se dejan guiar por las
editoriales de ningún periódico de partido, ha sido toda una experiencia vital.
Hace quince días pedíamos
aquí mismo, al hablar de las elecciones, que la polítita tenga un contenido
real y genuino, y no se contente con encubrir con palabras y mas palabras la
ambición de mandar. Pues bien; el domingo encontramos una política como la que
pedíamos, real y genuina. Pero en Galicia. Aquí en Asturias, también tienen que
vender su ganado con pérdida los labradores, también se interceptaron los
caminos de la emigración y habrá pronto sobra de brazos, también damos mas que
recibimos al Estado; tenemos, encima de todo esto, en crisis nuestra industria.
Pero no importa. Aquí luchan “los grandes principios universales”, y como
consecuencia de ello, nos preocupa ahora armar el tinglado B frente al tinglado
A, para poder nombrar los peones camineros y los jueces municipales...
Terminaremos esta crónica gallega, dirigiéndonos en asturiano al mundillo de
nuestra política regional: “¡babayos!”
RhHVXUN
As palabras de Castelao resoan aínda
na memoria dos redactores do xornal de Castropol o 15 de xuño (nº 89), cando
nun artigo titulado “Desintegración” escriben:
Propónganos Oviedo alguna
empresa que valga la pena y le seguiremos con entusiasmo. Pero en lo que
alcanza nuestra memoria ninguna voz “asturiana” acordó con nuestro sentir como
la voz de Castelao.
No mesmo artigo alúdese á posibilidade de que os
asturianos occidentais tendan a achegarse cada vez máis a Galicia, indicando
que iso está na propia natureza asturiana, xa que:
En Geografía, folklore,
idioma, etc., etc. poco o nada nos diferenciamos de Galicia los asturianos
occidentales”, polo tanto, “es posible que el instinto de conservación nos
lance hacia Galicia, que parece darse cuenta más clara de las exigencias de
nuestro tiempo.
Oviedo y Santiago nos invitan a acompañarles, y
acabaremos yéndonos con el que nos proponga un programa más seductor.
Polas mesmas datas, pero dous anos despois, tería lugar en Ribadeo un novo mitin galeguista, segundo recolle A Nosa Terra do 16 de febreiro de 1935: